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Foto del escritorRodolfo Terragno

Los muertos no se clasifican

Babacar confiesa: “Yo sabía que podía morir... pero lo prefería”. Quería dejar atrás el hambre y la exposición a una muerte acaso peor a la de quienes se ahogan huyendo de África. Él nació en Sokone (Senegal), tiene 27 años y un día se decidió a cruzar el Mediterráneo en patera, como les dicen a unos infames pesqueros regenteados por mafias que despojan a los desesperados por huir.


Son muertes a las que gran parte del mundo se muestra indiferente.


La injusta y devastadora invasión de Ucrania indigna y promueve lógica compasión, en particular por las víctimas de los ataques rusos a objetivos civiles. Naciones Unidas ha verificado un total de 9.369 civiles muertos y 16.646 heridos desde la invasión rusa hasta el pasado 30 de julio. Cuando se violan derechos humanos, el número no importa.


En todo caso, este recuento de Naciones Unidas (sin duda inferior a las cifras reales) obliga a pensar en otros conflictos a los que no se les presta la atención mundial que recibe Ucrania.


No se la prestó, hasta 2022, a la propia guerra ruso-ucraniana, que no comenzó con la invasión sino en 2014 (limitada entonces al Donbas) y en ocho años dejó 14.400 muertos.


El hecho de que el conflicto se haya convertido en una disputa entre Occidente y Rusia le da una enorme relevancia, pero la preocupación por los derechos humanos no debería concentrarse en ese solo país.


Organismos internacionales y ONGs se ocupan de los diversos conflictos, y promueven o realizan acciones humanitarias. Pero no logran provocar en los pueblos la obsesión y los sentimientos que promueve Ucrania.


Yemen sufre la peor crisis humanitaria del mundo. La guerra civil declarada en 2014 ha provocado, según Naciones Unidas, más de 377.000 muertos: 150.000 por las armas y 227.000 por la hambruna y enfermedades como el cólera, para las cuales casi no hay médicos ni hospitales.


El conflicto no es sólo doméstico.

Los hutíes, que forman un grupo islámico, controlan la capital y la mayor parte del norte del país. Su lema es “Muerte a América, muerte a Israel, maldición sobre los judíos y victoria del Islam”. Tienen el apoyo de Irán y (dentro del propio territorio yemenita) de Al Qaeda e ISIS.


Occidente reconoce como gobierno legítimo al que los hutíes expulsaron de la capital en 2014 y ahora tiene sede en Adén


Ese gobierno cuenta con la participación militar de Arabia Saudita, que lidera una coalición de nueve países (Emiratos Árabes, Kuwait, Baréin, Qatar, Sudán, Egipto, Jordania y Marruecos).


Estados Unidos y la Unión Europea le proveen a Yemen fondos, armas y apoyo logístico. El presidente Biden ha confirmado que, además, hay en Yemen tropas norteamericanas.


Los rohingyas, un pueblo musulmán de Birmania (hoy Myanmar) ha sido por varios años las víctimas del gobierno budista, que intenta una “limpieza étnica”. Amnesty International ha revelado la existencia de “asesinatos, secuestros, violaciones de mujeres y niñas y el incendio de más de 1.200 edificios, incluidas escuelas y mezquitas.


Un millón de rohingyas (Naciones Unidas precisa: 914.998) han logrado emigrar y sobreviven en infames campos de refugiados de Bangladesh. El año pasado unos 3.500 rohingyas huyeron en embarcaciones precarias rumbo a Indonesia. Las aguas del Golfo de Bengala devoraron a 348.


El Comité Internacional de Rescate, creado en 1933 a instancias de Albert Einstein, dice que el año pasado ya eran, en el mundo, 339 millones de personas las que necesitaban “ayuda humanitaria”.


En Occidente no hay conocimiento, angustia o compasión por esos cientos de millones. Una soberbia racial lleva a creer que esos dramas son propios de las condiciones étnicas de la población africana Hace ocho décadas Europa tuvo el genocidio de 6 millones de judíos.


Y en la segunda mitad del siglo 20, alojó dictaduras sangrientas en España, hasta 1975; en la ex Yugoslavia, hasta1980; en Polonia, Rumania y Bulgaria, hasta 1989; y en Serbia hasta el 2000. Hace cinco meses el presidente de Turquía fue denunciado ante la Corte Penal Internacional por “crímenes contra la humanidad”.


En América Latina, durante el período 1966-1986 hubo 100.000 “desaparecidos”, contadas diversas dictaduras, en particular las de Argentina y Chile.


Imperialismo, dictaduras, xenofobia, fanatismo ideológico o religioso, terrorismo y narcotráfico son desgracias a combatir con pareja decisión. Los derechos humanos son bienes a defender, sin distinciones, en cualquier lugar del mundo donde se los viole.


Rodolfo Terragno es político, diplomático y periodista.

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