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Foto del escritorRodolfo Terragno

Los riesgos de la ultraderecha

En tiempos de crisis, las disconformidades pueden ser incontenibles y entonces surgen líderes o movimientos “ultras” que atribuyen las crisis a la dirigencia política tradicional y a políticas económicas erradas. En Europa eso ha dado lugar a partidos de ultraderecha que gobiernan o esperan gobernar.


Las disconformidades no están necesariamente vinculadas a la economía. En 2023 España creció (2,5), mientras Alemania entró en recesión (-0,5); y la inflación española (3,3) fue inferior a la inflación promedio de la Unión Europea (3,4).


Sin embargo Vox -partido de ultraderecha fundado hace 11 años- es hoy la tercera fuerza en España y ha ganado peso en el Parlamento Europeo, donde es miembro de Patriotas por Europa, el grupo ultraderechista y pro-ruso liderado por el primer ministro de Hungría, Viktor Orban.


El número uno de Vox, Santiago Abascal, arremete en España contra “la casta política”, que a su juicio “lo único que quiere es perpetuarse en el poder y mantener sus privilegios “. A la vez, Abascal dice: ”Los que defienden la obra de Franco tienen cabida en Vox”. Francisco Franco, dictador de ultraderecha, conculcó la democracia y gobernó España durante 36 años. Para el caso de llegar Vox al gobierno, Abascal promete:


-“Limpiar en 15 minutos la porquería de la legislación de la izquierda”.

-“Cerrar ese disparate criminal llamado Ministerio de Igualdad “

- “Derogar la Ley de Violencia de Género que criminaliza al varón por el hecho de serlo y termina con la presunción de inocencia del hombre”.

- Rediseñar “la educación sexual en las escuelas, que hoy corrompe a los niños, los sexualiza de manera temprana y les roba la inocencia”.


Vox lucha hoy por impedir la inmigración, formada por africanos que atraviesan el Mediterráneo en peligrosas embarcaciones precarias, huyendo de países donde se padecen miserias extremas o se violan los derechos humanos. Abascal sostiene, sin datos que lo respalden: “Los españoles están hartos de ser víctimas de agresiones, machetazos, robos y violaciones, casi siempre a manos de inmigrantes ilegales”. Un exceso del líder de Abascal hace dudoso ahora el crecimiento de Vox.


Los menores no acompañados que migran son, en general, aquellos a quienes sus padres han querido eximir de las penurias y los peligros de sus países, o que quedaron huérfanos en el trayecto, durante el cual mueren cientos de inmigrantes.


Actualmente se los ubica en “casas de acogida”, distribuidas en distintas comunidades de la Península, donde se les proporciona comida, atención médica y educación. Vox propone también el cierre de esas “casas de acogida”. El PP ha rechazado el ultimátum por “razones humanitarias”. Con esta extrema y fallida presión, acaso Abascal haya conspirado contra la propia Vox.


En Francia, la ultraderecha fue frenada hace siete días, pero la frenó la ultraizquierda, a través del Nuevo Frente Popular, que ganó las elecciones legislativas. El presidente Macron, cuyo partido perdió la primacía, debe nombrar a un nuevo Primer Ministro, que podría ser un miembro del Frente y se esforzaría por lograr apoyo de la Asamblea para implementar las propuestas frentistas: aumentar el gasto público en 150.000 millones de euros; subir un 10% los salarios en el sector público; imponer un impuesto de 90% a quienes ganen 400.000 euros por año; gravar los beneficios extraordinarios de las grandes empresas; reducir a 35 horas semanales la jornada laboral (32 para los empleos nocturnos); rebajar a 60 años la edad jubilatoria“; establecer “subsidios sociales” a los más pobres y construir 200.000 “viviendas sociales” cada año.


La alternancia ultraderecha-ultraizquierda se dio hace medio siglo en una violenta Latinoamérica. La ultraizquierda idolatraba al Ché Guevara, combatía al capitalismo, enfrentaba a la burguesía y luchaba contra el imperialismo. La mayoría de la juventud simpatizaba con esos propósitos, y una parte, aunque minoritaria, integró guerrillas que causaron innumerables víctimas.


La ultraderecha se manifestó en dictaduras militares. En Argentina de 1976, las Fuerzas Armadas quisieron reemplazar a todo gobierno civil, a quienes consideraban responsables de “sistemas y técnicas inadecuados” que favorecían la “penetración marxista”.


Al arrebatar el poder, esos militares destituyeron al Presidente de la Nación, al Vicepresidente, a los gobernadores y vicegobernadores, disolvieron el Congreso y las legislaturas provinciales; echaron a los jueces de la Corte Suprema y al Procurador General de la Nación y prohibieron los partidos políticos.


Hubo también dictaduras sanguinarias que fueron mucho más allá de los principios discriminatorios de la ultraderecha. La de 1976 disolvió las instituciones democráticas, e inició la persecución de lo que llamó “zurda, izquierda o subversión”, provocando millares de desapariciones y asesinatos.


Sin tales extremos surgieron en este siglo gobiernos latinoamericanos legítimamente elegidos que, una vez en el poder, lo ejercen de manera discriminatoria y arbitraria. Las concepciones “ultra” terminan dividiendo a las sociedades, desarticulando al sector productivo y erosionando la democracia que —según la remanida pero certera frase de Winston Churchill— “es el peor sistema de gobierno excepto todos los demás”.


Rodolfo Terragno es político, diplomático y periodista.











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